Lo que más me cuesta es admitir que sigo sintiendo una horrible ansia de ti. Ni yo lo entiendo, he intentado ignorarlo, mentirme a mi misma. A veces resurge, escala desde lo más hondo de mi ser a la superficie y me hace querer buscarte. Tengo que controlarme a mi misma, esconderlo de nuevo donde pertenece, recordarme que me has hecho pedazos para poder seguir adelante. No quiero dejar que me trates de la manera que lo haces.
He dejado de intentar entender. A ti. A tus razones. Tu manera de moverte y de pensar. No tengo que entenderte. Solo tengo que olvidarte. Dios, si supieras cuantas veces he intentado odiarte y he creído conseguirlo, sentir asco al recordar tus labios sobre los míos. A veces confundo el escalofrío con arcadas, pero soy consciente de que sería engañarme a mi misma. Está asimilado. Así que si algún día vuelves, espero tener la fuerza suficiente de mandarte a la mierda como te mereces.
Y si hay algo que quiero que entiendas, es que esto no está bien. Tú no estás bien. Pero ya no importa. Voy a sobrevivir igual. Estoy sobreviviendo igual. Ojalá te joda cada paso que doy sin mirarte siquiera. Ojalá te joda porque ves que logro esquivar tu mirada y logro mantenerme impasible cuando escucho tu voz. No me has roto. Igual que te conseguí te he olvidado.
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