jueves, 11 de julio de 2013

Safari - (sustantivo, Swahili) Viaje.


Al despedirme de las colinas verdes y llenas de vida de Kenia, de sus habitantes de tez oscura y sonrisas tan blancas y mas grandes que ninguna de las que yo hube esbozado jamás, fue cuando comprendí que las cosas más bellas son libres. Cuando avisté el cuerpo esbelto del guepardo en la Savannah, el caminar pesado de los elefantes y el rugido del león quizá no comprendí lo mucho que significarían para mí, no en ese momento. Cuando agarré las manos de los niños del poblado, cuando me despedí de mis compañeros de viaje, cuando vi por última vez aquellas casas tan deshechas, desorganizadas, pobres y sin embargo tan coloridas entendí que eso era lo bello, que nada tenía un orden establecido ni una perfección que asegurara la vida (es más, posiblemente esto fuera propenso a destruirla) y sin embargo, ahí estaba. En cada rincón, en cada camino de tierra, en cada grito desesperado de ayuda y en cada carcajada de quienes no eran más que desconocidos. Una vida tan intensa, tan salvaje, tan abrumadora que era imposible de ignorar, no podías pasarla por alto, no podías pensar en otra cosa, ni siquiera podías tomar control de la tuya propia. Porque te consumía de la manera más bella imaginable, te rompía por dentro y a la vez te hacía crecer. Te mostraba la realidad más dura sin censura y te hacía odiarla y amarla por ser tan impredecible e inolvidable, por causarte una impresión tan grande que deseabas vivir con esa realidad, tenerla siempre presente. Y aunque no quisieras recordarla, te aseguro que ya no podrías olvidarla. Me adentré en un mundo completamente diferente y lo amé, al decir adiós deseé volver, tener la seguridad de que un día, ese lugar tan mágico sería mi hogar y mi corazón. Que formara también parte de mi historia, y yo de la suya.
Aprendí que lo salvaje es lo que te da vida, que la vida está presente en cada parte de tu ser y que es cosa tuya mantenerla, protegerla. No puedes perderla. Mantente viva, cueste lo que cueste. Vive la vida más llena de locura, de libertad y de felicidad que puedas, por aquellos de la sonrisa grande a quienes conociste por el camino, por aquellas pequeñas manos que te agarraron con la esperanza de que fueras la salvadora, por aquellos que te enseñaron a apreciar lo que tienes. Mantén tu vida. Por ti. Por ellos. Porque la mereces, la merecen. Porque ellos no pueden.
Aprendí que el tiempo lo cura todo y que el resignarse no es tan malo como dicen. Tienes que conformarte con lo que tienes y sobrevivir con ello. Y ser feliz con ello.
Me despedí de Kenia de la única manera que supe. Con lágrimas en los ojos y papel y bolígrafo en mano. Con la promesa de volver. Con la esperanza de no perder la vida que me devolvió y con la certeza de que a partir de entonces, todo iba a seguir su curso de la manera que tenía que ser. Y supe que sería de la manera más salvaje, libre e improvisada que el safari, es decir, el viaje, me había enseñado, porque así es como funcionan las cosas bellas.

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