domingo, 31 de marzo de 2013

Estaba en el invierno de mi vida, y aquellos hombres a quienes conocí en aquella época, bueno, pocos lograban ser mi verano. Y quien consiguió mantenerme alerta, romperme el corazón, llamar mi atención, consiguió también ser la última imagen que pasaba por mi mente antes de acostarme. Hace tiempo que el recuerdo es lo único que me sostiene, y mis únicos momentos de luz. Sabes, yo una vez tuve sueños, quise ser poeta, quise volar lejos y quise tenerle cerca, pero se han desencadenado una serie de desafortunados eventos, que han logrado que esos sueños se conviertan en cristales que rasgan mi corazón, en estrellas que he asimilado, no puedo alcanzar. Y ahora que no tengo sueños, no tengo nada. He perdido cualquier esperanza de dejar de estar rota, y ahora aprovecho el estarlo, me dejo llevar por mi negrura. Ya no me importa, se que hay que tenerlo todo y después perderlo todo para saber realmente lo que es la libertad. Y ahora ya no tengo nada más que perder.
El humo que ha ennegrecido mis pulmones es el mismo que manchó mi alma. Esa inocencia en mi mirada se ha reemplazado por un velo, no me hace falta ver lo que tengo delante porque es lo mismo que una vez me hizo daño. Y tener que enfrentarme cada día a ello es la forma cruel del destino de enseñarme; ya no te dejo más opciones, o te hundes o sobrevives. Pero es más difícil recuperarse que hundirse.
No hay ninguna brújula que me guíe, ni nadie que pueda retenerme ya. No necesito estar atada a nada. Si te dijera que no planeaba todo esto, te mentiría, porque ahora se que he nacido para ser esa otra persona. Esa otra persona que a pesar de dejarlo todo ir y dejarse ir, sigue manteniendo cerca eso que la daña, y sigo teniendo una inmensa obsesión por la libertad que me asusta de tal manera, que se me quiebra la voz al hablar. Y esa obsesión es la que me lleva por senderos tan enrevesados y oscuros, y necesito cada experiencia posible para descubrir que queda de mi.
Cada noche rezaba por encontrar a alguien a quien entregar lo que queda de mi alma rota. Pero ya no tengo interés en nada más que mantenerme en un estado que me permita no pensar, mantener mi mente en las nubes. No tengo nada que perder y nada que ganar, y no deseo nada más, excepto hacer de mi dolor una obra de arte.


He intentado mantenerme alejada de los problemas, pero estoy en una guerra conmigo misma, y no me voy a permitir ganar.

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