lunes, 2 de septiembre de 2013

Septiembre.

Y Agosto llega y Agosto pasa. Y con él se van los días bochornosos de calima y los ceniceros llenos de colillas y las noches en las que se avistaban mil estrellas. Y te fuiste tú, aunque quizás eso fue en Julio, cuando volviste solo para quitar cada ladrillo que, meses antes, me habías hecho colocar. Cuando volviste solo para desaparecer en Agosto. Como Agosto. Y con la llegada de Septiembre yo no se que voy a hacer, no se si olvidarte o desear volverte a tener. No se si debo sonreír ante la idea de que veremos la lluvia caer cada uno desde su ventana. O hacerme daño porque se que tu ventana está en tu casa, en tu casa tu corazón y no será jamás mío. No se si coger aviones en busca de rostros parecidos al tuyo o si perderme entre las fronteras de los Estados Unidos de América y recordar que un día las recorrí en el mapa con mis dedos, soñando contigo, imaginándonos para siempre. Pero si hay algo que se es que Septiembre llega y tu no vas a volver a mí. No vas a ser esa mirada que me dedicaban cuando alguien pronunciaba tu nombre, no vas a definir mi forma de caminar ni de reír, ni vas a influir en la hora a la que decida irme a dormir. Porque como no espero que sepas, ahora duermo con el teléfono encendido esperando ese mensaje tuyo que no llega.
Agosto, te voy a echar de menos. Voy a echar de menos los cigarros que nunca me calmaron del todo y las noches locas en las que no había tiempo para cerrar los ojos. Y voy a echar de menos la manera en la que pasaban las horas y los días, y la manera en la que el sol se ponía. Y Septiembre, no te quiero nada. Porque contigo llega el olvido y yo no quería olvidar. Solo quería fingir. Ahora no me dejas más remedio. No quieras salvarme. Agosto, vivirás siempre en mí y serás siempre mío. Aunque te deslices entre mis dedos. No me dejes olvidar jamás.

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