sábado, 25 de enero de 2014

Yo nunca supe de una droga tan fuerte como tú. Nunca entendí cómo no podías ser suficiente. Siempre quise más, más que tú no podías darme. Nunca supe de drogas hasta que te conocí a ti, y pensar que creí que me bastaría yo para ser feliz. Pero que dolor tan bonito es saber que dependes de algo que te destruye con fuerza. Nunca supe de adicciones hasta que entendí que no era suficiente con tenerte en mi sistema. Yo te quería de todas las maneras. De todas las maneras. Y tú tan solo te encargaste de asentarte en mis venas, en mi cabeza, para hacerme ver que no me necesitas. Como yo te necesito. Yo te necesito. Para funcionar.

Por eso nunca supe de adicciones hasta que tuve que dejarte ir. Cuando te expulsé de mi ser y aprendí a querer vivir sin tenerte. No quiero tenerte hasta que quiero quererte, entonces tengo que tenerte. Nunca supe de adicciones hasta que me hiciste recaer. Yo te quiero como quieren algunos a la botella, como quien se pincha la muerte en sus propias venas. Yo te quiero como quien quiere algo que sabe que no debe tener y aún así le satisface saber que va en contra de todas las reglas, y tú eres para mí la peor droga. Después de ti no necesito ninguna droga. Ninguna otra droga. Eres lo mejor de cada noche y lo peor llega cuando llega el día. Odio que llegue el día. Odio tu resaca. Como duele esta agonía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario